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POIRET, THE KING OF FASHION

3 noviembre, 2011

«Coat», París, Francia, ca. 1919, Poiret.

Cuenta la leyenda que en los vestidores de la Casa de costura de Poiret se vivían verdaderas escenas épicas, incluso se sabe lo que él mismo dijo a una cliente: «Madame, usted vino a Poiret porque somos la casa de costura líder en el mundo. Bueno, yo soy Poiret, y le digo que su vestido está perfectamente hecho, es hermoso y le resulta completamente favorecedor. Si usted no lo quiere, puede quitárselo, ¡pero no volveré a hacer un vestido para usted jamás! (1)

Así era Paul Poiret, el diseñador líder de la primera década del siglo XX, un hombre fascinante que supo llenar con su talento y personalidad cada una de sus creaciones, fue el hombre que destronó al padre de la Alta Costura, Charles F. Worth, aquel que compró una fábrica abandonada de perfumes y generó más de 10 firmas de fragancias, todas ellas con un concepto distinto; aquel que obtuvo un permiso por parte del gobierno francés para viajar (escoltado) entre el frente de guerra y su casa de modas durante la primera guerra mundial, con el objetivo de no desatender su empresa; aquel que enfrentó a la gran diva Sarah Bernhardt, siendo asistente de Doucet, después de lo cual fue despedido, para abrir después su propia casa de modas (con apoyo del mismo Doucet); aquel que se autonombró el Rey de la Moda, y que en 1944 falleció sin más fama ni fortuna.

En el año 2005 se llevó a cabo una subasta donde el lote principal era una serie de vestidos, todos firmados por Poiret, que habían sido diseñados y confeccionados para la más especial de las mujeres que vistieron sus creaciones: Denise Poiret, su esposa (2). Esta colección era prácticamente desconocida, ya que había sido admirada solamente por su dueña y un círculo muy selecto de familiares y amigos cercanos. A raíz de esta subasta el Instituto del Vestido del Museo Metropolitano de Nueva York decido abrir una exposición, quizá la más importante desde aquella celebrada en el FIT treinta años antes (3).

Así, la exposición brindada en 2007 tuvo como finalidad revalorar el trabajo de este creador, uno de los más importantes de su época, quizá el primero que verdaderamente liberó a la mujer del corset (aunque la haya aprisionado en las faldas de medio paso), y quien tomando inspiración de los Ballets Rusos vistió a las mujeres más refinadas del mundo con sedas doradas, turbantes, siluetas diáfanas y recuerdos del kimono.

Abrigo «París», 1919, París, Francia, Etiqueta «Paul Poiret» para Madame Poiret.

Ante la noticia de la llegada de Poiret a las salas «Del Costume»,como solemos llamarle a este museo la gente que nos dedicamos a la Moda, encontré una oportunidad perfecta para no perderme la exposición, ese Mayo debía estar en aquella ciudad para completar un pedido muy importante de uno de mis clientes, y en un viaje relámpago, tendría apenas el tiempo necesario para hacer las compras que se me habían encomendado y dedicar unas horas de la mañana a visitar al Rey de la Moda (mi viaje solo duró 2 días, en la madrugada del 3ro tuve que salir de regreso a México).

¡Cuánto poder tiene la forma de crear una exhibición!, aquello no era un museo, era un templo dedicado a Denise Poiret, todos los maniquíes recordaban a ella, aún con su color blanco, sus facciones y su cabello corto (modelado en el mismo material que del resto) personificaban a la musa del creador; los decorados nos recordaban a la época dorada de «Las Martine» (4), aquella escuela de Artes Decorativas que Poiret había hecho abrir en honor de una de sus hijas, y donde explotó en concepto de «estilo de vida» (5). Así, estas piezas de casi cien años de edad se exhibían en un espacio a media luz, donde los colores gris y beige predominaron en las paredes, y se podían observar los trajes a través de unas vitrinas enormes, que abarban todo los espacios contra la pared, prácticamente toda la colección se exhibió restringida tras el cristal, excepto por un atuendo de Denise Poiret, exhibido en un maniquí casi recostado en unos cojines arabescos, haciendo una recreación de la famosa fiesta «Las Mil y una noches» de la cual Poiret y su esposa fueron anfitriones (6).

Así pues, al entrar se podía respirar un poco del ambiente del París de 1904, año en el que abrió su casa de costura. Quizá lo más impactante de esta primera parte de la exhibición eran las dos vitrinas que dialogaban una frente a la otra, que mostraban primero una proyección de un lienzo (que en realidad era una animación hecha por computadora) que al doblarse mostraba uno de los moldes de Poiret, quien armaba los vestidos sobre el cuerpo de sus clientes, al quedar terminado este vestido virtual, la vitrina se iluminaba por dentro para mostrar un maniquí con la pieza original vestida, pudiendo apreciar así sus detalles. El primer vestido, un Kimono diseñado para Denise Poiret, estaba conformado por un solo lienzo y la única costura que lo unía en posición horizontal, hacía que la prenda luciera complemente fluida; el segundo vestido, un envolvente de dos piezas, cuyos cortes estratégicos generaban un volumen discreto que se traducían en una prenda que aún hoy podría permanecer vigente. Aquí el video que se rescata de la exposición:

Recuerdo también una de las paredes donde unas pequeñas vitrinas a la altura de los ojos exhibían unos zapatos bordados con chaquira, botellas de perfumes, accesorios y hasta una sombrilla, no hay que olvidar que Poiret se apoyó en el trabajo de grandes artistas de su época, uno de ellos André Perugia quien creaba sus zapatos y Raoul Dufy quien le diseño muchos de sus textiles. Así, las diferentes etapas del trabajo de este creador pudieron ser apreciadas, por lo menos por primera vez para mí, y se pudo desentrañar lo que reveló en su libro «Mis primeros cincuenta años», igual que en su otro manifiesto «Les robes de Paul Poiret» ilustrado por Paul Iribe y que en 1908 era un objeto de culto (del que dicen la Reina de Inglaterra hizo devolver bajo el argumento de que la realeza no recibía «propaganda» de lo cual posteriormente se arrepintió).

Abrigo «La Perse», París Francia, 1911, Textil de Raoul Dufy.

Lepape, Iribe, Dufy,y Erté fueron sus colaboradores, quienes en una época donde los diseñadores no creaban catálogos, lograron reproducir con sus trazos y cada uno con su estilo particular, las colecciones de Poiret. En la exposición podía verse todo ese trabajo que antes solo se veía por medio de fotografías. El rescate de Poiret había sido un éxito, todas la vitrinas de Nueva York exhibían en sus escaparates los catálogos «Del Met», con su pasta dura, su cubierta dorada, ostentando una sola palabra «POIRET», no había porqué decir más. El hombre que había sido el Rey de la Moda en París lo era cien años después en Nueva York.

Aquí una reseña que le brinda Style.com con motivo de su exposición:

http://www.style.com/trendsshopping/stylenotes/043007NOTES/slideshow?loop=0&iphoto=0&play=false&cnt=58

Aquel día de Mayo me di cuenta que visitar una exposición tan contundente en las primeras horas de la mañana era lo mejor que uno podía hacer en un viaje relámpago, cuando había llegado apenas había unas tres personas junto conmigo visitando la exposición, para cuando salí, ya había una pequeña fila esperando afuera. Gracias a ello pude admirar cada atuendo, acompañado de sus muebles y sus decorados. Pude ver los textiles, con sus estampados y relieves, y cada uno de los detalles, como el vestido camisero cuya hilera de botones era en realidad un estampado en secuencia en una cinta popotillo. Incluso podía apreciarse una de las últimas piezas creadas por la casa de Poiret, se trataba de un vestido negro, al estilo de Chanel, demostrando que aún el indiscutible Rey de la Moda sucumbió ante la influencia de quien promovió «la pobreza del lujo» como él mismo la llamaba (claro, un pequeño vestido negro, cuyos motivos art decó bordados en pedrería a lo ancho de su falda dejaban en claro la experiencia en el adorno que tenía este diseñador y donde se asomaba, no tímidamente, su sello).

Esta exposición, que pudo haber sido un homenaje a Poiret o bien a su esposa Denise, nos hizo olvidar por un momento los últimos años de este creador, sumido en la pobreza durante los difíciles años de la ocupación de París en la segunda guerra, o los momentos trágicos cuando sus hijos enfermaron de fiebre amarilla tras la primera guerra y fallecieron, lo cual significó la ruina emocional que lo llevó a su declive financiero en 1923, y a la separación inesperada de su musa y amada esposa en 1929.

«Fancy Dress», París, Francia, 1911, Poiret.

«Le bal», París, Francia, 1924, André Perugia para Poiret.

«Dress», París, Francia, 1925, Poiret

No importa el final trágico o sombrío que tuvo la vida de éste diseñador, su obra es una de las más fascinantes de la industria de la moda ya que cambió radicalmente la forma de vivir y de vestir de toda una generación y abrió la puerta a la evolución de una industria y a la forma en que se diseñaban prendas de vestir en su época. Una cita de Poiret podía leerse entre las cédulas de la exposición:

Un diseñador creativo debe estar habituado a predecir. Debe ser capaz de adivinar las tendencias que habrán de inspirar el día después de mañana. Él está preparado, mucho antes que las mujeres mismas, en aceptar los accidentes e incidentes que ocurren en el trayecto de la evolución.

Paul Poiret (París 1879-1944) de origen humilde, comenzó su carrera con Doucet y posteriormente con Worth, abrió su casa de modas en 1904, y para 1906 había prácticamente suprimido el corset de sus creaciones. Inspirado por los Ballets Rusos de Diaghilev hizo propia la fiebre orientalista. Fabricó perfumes y zapatos, además impulsó las artes aplicadas a través de su escuela «Martine». En 1914 persuadió a los demás modistos franceses de formar la Cámara Sindical de la Alta Costura para proteger el derecho de reproducción de sus modelos, de la cual fue nombrado presidente. Su esposa, Denise Poiret, con quien compartió sus éxitos y a quien había conocido cuando ella tenía solo dieciséis años en 1902, fue su máxima inspiración y la modelo de muchas de sus creaciones. Lo abandonó cuando su empresa cayó en desgracia, ya que en 1925 había tenido que vender su firma, y había sido demandado por los propietarios de la misma, sin permitirle volver a usar su nombre con fines comerciales. Murió en pobreza en 1944, algunos de sus biógrafos sostienen que en un hospital para indigentes, mientras otros aseguran que su amistad con Schiaparelli le permitió sobrevivir dignamente y tener un funeral lejos del anonimato. Finalmente, es indiscutible que el ocaso de su existencia fue sombrío debido a la muerte prematura de sus hijos y el divorcio de su esposa a quien tanto amaba. Sus funerales se celebraron un lunes 1ro de Mayo de 1944, quizá sea verdad que trescientas personas acudieron a su despedida, y a pesar de que en otros tiempos muchos periódicos dedicaran notas extensas sobre su trabajo, apenas dos le brindaron una líneas. En el «Beaux-Arts» el reportero escribió: «en aquella mañana de mayo, en la capital bañada por el Sol, me hubiera gustado ver llorando, sentada a la orilla de su tumba, a una joven mujer hermosa, una parisina…» seguramente se refería al recuerdo que se guardaba de Denise Poiret, la musa del Rey de la Moda. (7)

Por: Guillermo León.

  1. White Palmer, POIRET, Clarskson N.Potter Inc, Nueva York, 1973, pg.61
  2. Bolton, Andrew; Koda, Harold, POIRET, Museo Metropolitano de Nueva York, N.Y, 2007, pg. 7
  3. «Poiret: King of Fashion» se exhibió del 9 de Mayo al 5 de Agosto de 2007 en el Instituto del Vestido del Museo Metropolitano de Nueva York. «Paul Poiret» se exhibió en el museo del Fashion Institute and Technology del 25 de Mayo al 11 de Septiembre de 1976.
  4. White Palmer, POIRET, Clarkson N.Potter Inc, Nueva York, 1973, pp. 11 a la 133
  5. Las Martine, como se hacían llamar, eran en su mayoría mujeres jóvenes de origen humilde, pero que tenían talento para la artesanía, principalmente alfarería, tapicería, pintura, grabado, etc…. Diseñaron mobiliario, textiles, objetos decorativos e incluso, decoraron interiores con técnicas novedosas, entre las que se encuentran hacer murales tridimensionales con papel maché. Su fama trascendió la firma de Poiret y adquirieron su propia personalidad y reconocimiento.
  6. La manta blanca o color crudo, las paredes pintadas de colores obscuros pero en tonalidades neutras, como el marrón, son una de las estrategias de exhibición creadas por Alfred Barr para el MoMA, así como los espacios que recrean la vida cotidiana o los escenarios de otras épocas, diseñados por Eliot Noyes también para el MoMA en los años 30’s y 40’s, respectivamente. Staniszewsky, Mary Anne, THE POWER OF DISPLAY, The MIT Press, Massashusets, 1998, pp 99 y 167.
  7. Fuentes: Riviere, Margarita, EL DICCIONARIO DE LA MODA, Grijalbo, España, 1996, pp. 219, 220. Ibid (1) pp. 28, 181.

(*) Imágenes extraídas de:
http://www.metmuseum.org/exhibitions/listings/2007/poiret

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